¿Cómo enseñarlo?


En primer lugar es fundamental crear un ambiente positivo basado en la confianza, con un enfoque centrado en el alumno y adoptando una pedagogía activa para que se puedan discutir abiertamente estos temas. El papel del profesor debe ser más encauzar que dar clase, ya que la historia debe ser un viaje de descubrimiento en que los alumnos formulen sus propias líneas de investigación, analicen múltiples fuentes de información cuestionen y encuentren sus propias respuestas. Ello permitirá al alumno ser crítico y construir una opinión formada y propia. Pero además, desde este enfoque centrado en el alumno se potenciará el trabajo grupal desde la heterogeneidad y la diversidad y la interacción ínter e intragrupal. Sólo ello permite el intercambio de opiniones y la construcción de saberes, además del desarrollo del trabajo autónomo.

Un enfoque multidisciplinar resulta fundamental y enriquecedor, además de que puede propiciar el interés de una gran parte de los alumnos, cada uno con sus propios intereses e inquietudes. No sólo se debe abordar el fenómeno desde una perspectiva histórica, sino también psicológica, política, artística, poética, etc propiciando que los alumnos expresen de la forma que les resulte más cómoda o atractiva las emociones producidas por este fenómeno.

Además, el holocausto se debe tratar de forma contextualizada, dando una visión global y de conjunto teniendo en cuenta sus antecedentes y circunstancias. Sólo desde esta perspectiva se puede entender cómo se fragua un acontecimiento de estas características y servir para intuir cuando se puede estar dando un contexto social similar que provoque un fenómeno parecido.

Se debe evitar el uso de imágenes explícitas y degradantes para las víctimas algo que suele ser muy común por el impacto que produce y por la creencia de que este impacto puede concienciar acerca de su gravedad. Muy al contrario, puede atacar la dignidad de las víctimas y frivolizar acerca del tema.

También hay que descartar actividades centradas en simulaciones que identifiquen a los alumnos con los perpetradores o las víctimas, algo que se suele sugerir a veces con el tratamiento de estos temas y que creemos que no son efectivas cuando se trata asuntos tan delicados. Ello también puede llevar a visiones estereotipadas que hagan representar a los perpetradores como locos o sádicos, a los libertadores como héroes, valientes, buenos y amables y a los espectadores como apáticos, con el riesgo de deshumanizar a la gente del pasado y presentarlos como caricaturas más que como verdaderos seres humanos.

Por otro lado, habría que distinguir entre la historia del holocausto y las lecciones morales que uno puede sacar de su estudio. Si se simplifica el relato histórico en exceso o se moldea para servir mejor a la particular lección moral que los profesores desean transmitir a sus alumnos, existe el peligro de tergiversarlo.

Otro punto importante en el tratamiento del holocausto en clase es evitar definir al pueblo judío sólo en relación con el Holocausto. El pueblo judío tiene una larga historia y rica herencia cultural, no se puede reducir a deshumanizadas y degradantes víctimas de la persecución nazi.


Por último, se deben tratar otras formas de racismo y discriminación hacia diversos colectivos presentes en la actualidad. Los alumnos si perciben que no se le da importancia a otras formas de exclusión y rechazo, en particular la de los colectivos a los que pertenecen, pueden ser reacios a estudiar el holocausto y ponerse en el lugar de sus víctimas. Es importante estudiar otras formas de racismo, esclavitud, persecución o colonialismo que sean relevantes para el grupo de alumnos. Pero tampoco debemos caer en la comparación subrepticia del dolor de un grupo con el de ningún otro. Debemos incluir en nuestro trabajo la experiencia de todas las víctimas de la persecución nazi, así como la base ideológica de dicha persecución.

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